Elevar mi rostro hasta el techo del cielo.
Mirarme en tus ojos, hasta que la llama del amor
fundiera nuestros cuerpos en un abrazo,
tan poderoso y sublime
que ni el mismo astro Sol
pudiera arrebatar este milagro.
Soñar despierta que te amo.
Soñar soñando que eres mío.Calladas olas espumosas brotaban de tus manos
tenues, casi inolvidables,como un salmo de amor
liviano y fresco.
Frondosos bosques de álamos y abedules
emergían de tu serenidad,acaso un poco distante.
Un sorbo de felicidad dejaste entrever en el
hechizo de tu mirada.
Sentí latir mi corazón por ti.
Sentí su ritmo acelerado.Sentí que mi corazón se paró por ti…
de amor.
Surgí de la muerte como un gran corcel alado
y brioso.Crucé mundos sublimes de anocheceres anacarados,
brillantes.
Jugué con seres amables y bondadosos que regalaban
amor y helados de fresa.
Conocí también anocheceres turbulentos, sombríos,
sin apenas una pequeña luz.Hablé con seres incomprendidos, malgastados,
que se abatían en el olvido.
Hasta el cielo derramaba su simiente de amor,
por tan largo y duro viaje.Y tú, mi amor, estabas allí,
tan cerca.Recóndito y secreto como una
eterna sinfonía.
Milagroso y sutil como una
lozana alborada.Valiente y cautivador como
un gran poeta.
Te toqué apenas un instante,
y vi la felicidad dibujada en mi mano.Yo únicamente volví por ti,
horizonte lejano.
Madrid, 01.01.1988
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