Montada en tu caballo de acero,
brillando en el horizonte de asfaltoy erguida y bella,
nace la luna.
¡Oh, luna!, cuántos amores se arrullaron
a la sombra de tu luz,
escondiéndote tenuemente detrás
de los tejados, fábricas y chimeneas.
Cuántas caricias salpicaron mi piel joven
al amparo de tu sombra,allá en aquel parque de la ciudad,
donde las rosas crecían
junto a las jeringas de heroína.
Te despiertas temprano
para aquellos que se refugianen tu noche,
para aquellos que se afanan
Por el sustento del día.
Te despiertas para la mujer, el poeta;
para el ejecutivo,para el viejo,
para el niño.
Cuajas de belleza las calles mojada
de la ciudady la conviertes en una especie
de paraíso plateado.
Al alba, cuando amanece,
te retiras silenciosa, calmada, tierna,como si toda la sabiduría
que guardas
se la hubieras entregado
a los humanos que habitan
la gran urbe.
Madrid, 07.02.1989
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