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POESÍAS: propiedad de Isabel García Suárez
FOTOS: propiedad de Ángel Sánchez Rodajo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡OH, PARAÍSO PERDIDO!

Por fin te hallé al atardecer crepuscular
de nuestro día,
allá en la inmensidad infinita de las estrella.

Caían ardientes pétalos de amor sobre tu frente libre,
como fascinantes luces encantadas,
que pareciesen frescos diamantes
impregnando tu letargo indómito,
rebelde.

Toda la esfera celeste abarcaba tu mirada intensa.
Nevaban rosas cuan gotas pequeñas y fecundas de cristal.
Llovían lirios y azucenas y azahares y jazmines.
Transparentes cantos de gorriones surcaban el arco iris
al ver tu llegada.

Un breve y silencioso adagio engalanaba tu piel.
Sirenas de plata arrullaban tus sueños.
Una estela anhelante de gaviotas tejía tu bello despertar.
Un oráculo de oro guardaba tu gran misterio.

Cantaba la guitarra el imperecedero amanecer.
Sonaba el arpa, sutilmente, con tañidos penetrantes.
Desbordaba el piano su latente acidez.
Una pintura mágica surgió en el trueno.

Nada…
Nunca nada fue tan sobrenatural como tu belleza.
Nada tan sincero y tan delicado como tu palabra.
Nada tan atento y tan suave como tu silencio.
Nada tan grato y misterioso como tu corazón.
Nada…
Nunca nada tan poderoso y penetrante,
como tu grandioso fulgor.

¡Dejadlo quieto!
Dejad quieto aquí, para siempre, mi corazón.
¡Dejadlo!, no lo agitéis ya,
nunca más.

Dejad que repose su diáfana y pura claridad.
Dejad que camine plácidamente a su lado
y que este momento quede atrapado aquí y para siempre,
en el tiempo.

Tanta espera,
tanta esperanza.
Afortunado destino.
Mereció la pena que yo naciera,
solamente por haberte conocido:

Hijo del Amor… Amor mío.

Madrid, 01.05.1987

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